ALGUNOS SERES MARINOS:
La profundidad media de los océanos es de 4 000 metros y está sometida, por lo tanto, a una presión de 400 atmósferas. La presión hasta la que se han encontrado la mayor cantidad de organismos marinos es de 600 atmósferas, es decir, a los 6 000 metros de profundidad, ya que en los fondos mayores, hasta los 11 000 metros, la cantidad disminuye y se localizan principalmente algunos invertebrados y bacterias.
Se había considerado que a tales profundidades no se podía encontrar vida, ya que las presiones, al ser muy grandes, tenderían a aplastar a los organismos, además, no permitirían la existencia de gases disueltos por lo que se dificultaría la respiración al faltar el oxígeno. Sin embargo, conforme se avanzó en el diseño de aparatos para estudios de oceanografía y se pudieron obtener muestras a más de 5 000 metros de profundidad, se fueron desvaneciendo tan erróneas creencias, ya que fueron llegando a las manos de los biólogos investigadores extrañas criaturas de las más raras contexturas, y éstos empezaron a contestarse las preguntas que se habían planteado: ¿qué mundo maravilloso encerrarán los abismos oceánicos?, ¿cómo serán los seres vivos de tales profundidades?
Uno de los problemas que se les presenta a los seres vivos que habitan en estas profundidades es que algunas especies necesitan realizar migraciones o desplazamientos verticales, para llevar a cabo sus funciones o defenderse, por lo que tienen que adecuar la presión de su medio interno a la existencia en los diferentes niveles del océano a que se trasladen. Muchas especies hacen este tipo de migraciones recorriendo hasta 400 metros, lo que equivale a soportar cambios hasta de 40 atmósferas.
Varios son los peces de los abismos que a diario, generalmente por la noche, ascienden hasta la superficie, y aunque se ignora el tiempo que tardan en realizar la ascensión, es indudable que no ha de ser mucho, y que pueden ir adecuando su presión poco a poco.
Algunos peces que viven en aguas someras y que cambian con alguna frecuencia y rapidez de profundidad dentro de límites no muy grandes presentan transformaciones mínimas en su estructura, conservando el cuerpo su forma pisciforme típica en los buenos nadadores, como es el caso de la merluza y el bacalao, o formando una cubierta protectora del cuerpo para poder esconderse entre las piedras de los fondos, como el mero.
Los peces están dotados de un órgano hidrostático, la vejiga natatoria, que les sirve para equilibrar la presión y para flotar. El pez, cuando necesita subir o bajar en el seno del agua, contrae o dilata la vejiga natatoria, lo que le permite tener mayor o menor flotación y realizar sus movimientos de ascenso y descenso sin utilizar sus órganos locomotores. Al mismo tiempo, como la presión aumenta o disminuye, esta vejiga absorbe las diferencias de presión externa, compensando la presión interna del animal.
El primer paso de este largo camino se puede considerar representado por algunos tiburones, cuyo cuerpo presenta la forma pisciforme característica de los animales marinos nadadores, pero que viven en el fondo alimentándose de los animales que allí se localizan sin necesitar desplazarse a grandes distancias y sin realizar ascensos; éste es el caso de los llamados "tiburones dormidos" que viven, principalmente, en fondos arenosos a profundidades comprendidas entre los 10 y 90 metros, permaneciendo inactivos durante el día y cazando en la oscuridad. Otros parientes de estos tiburones son los que penetran en aguas dulces, manteniéndose permanentemente en este medio. El caso más típico de ellos es la especie que vive en el Lago de Nicaragua.
El segundo estadio en la posible adaptación a la vida en los fondos por parte de los tiburones está representado por los llamados "tiburones cerdo", denominados así porque sus orificios nasales o narinas se colocan laterales a la boca, que es frontal, y su cabeza tiene el aspecto de un cerdo; además, su aleta dorsal presenta una espina conectada con una glándula venenosa característica, que marca una fuerte especialización bentónica, ya que en los peces de fondo se manifiesta esta adaptación de presentar dispositivos punzantes y venenosos para su defensa debido a su pasividad.
Se cree que la especie que ha conseguido la mejor adaptación a las profundidades entre los tiburones es el "tiburón jaspeado", que, además de tener su cuerpo una coloración y textura semejante al fondo del mar, lo que lo hace prácticamente invisible, presenta la región anterior que comprende la cabeza y la primera parte del cuerpo, totalmente aplanada, por lo que se empieza a señalar la forma de las rayas. Los tiburones alfombra pasan la mayor parte de su vida inmóviles sobre los fondos.
El proceso de adaptación a la vida de las profundidades o vida bentónica alcanza su máxima expresión en los peces cartilaginosos como las rayas y sus afines, por ejemplo, el pez guitarra y los torpedos. Las rayas tienen su cuerpo aplanado de la región dorsal a la ventral y nadan exclusivamente ondulando sus grandes aletas pectorales, de tal forma que la cola no interviene. Algunos de ellos desarrollan un largo aguijón venenoso en la región anterior a la cola, que puede ser movido en todas direcciones para repeler cualquier tipo de ataque en acción de defensa. Viven en los fondos de grava, arena o fango.
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